sábado, 11 de febrero de 2012

Bailar




- Bailaría contigo, a oscuras, mientras esto suena de fondo.
- Ja, ja. ¿Y cómo bailarías tú eso?
- Despacio, abrazada a ti. Moviéndonos muy lentamente. Casi quietos.
- Eso no es bailar - respondió él con desdén. Se dibujó una sonrisa arrogante en su cara mientras apoyaba una mano en su cintura y el otro brazo lo levantaba y lo movía como alejando un bicho que le molestase en la cara.
- Eso es bailar. Es bailar juntos, no hacer una coreografía.
- Lo siento, pequeña, pero nunca aciertas.
Ella bajó la mirada, con las manos cogidas al pecho.
Él se giró en dirección a las puertas de cristal de aquel gran salón que daban al balcón. Desde allí se veían todos los jardines de palacio.
- Ya estoy cansado de ti, princesa - dijo mientras se alejaba.
Con los ojos empapados en lágrimas la muchacha levantó la mirada hacia él, incapaz de creer lo que acababa de oír. ¿Cansado de ella? ¿Acaso no la amaba? Buscó el consuelo en su mirada esperando haber oído mal, pero él ya había desaparecido. La luz cegadora de Díone que entraba por los cristales lo había envuelto por completo y no se veía nada más allá del salón. Ni siquiera el balcón.

La música siguió sonando en aquel lugar vacío donde sólo estaba ella. Esperó a que la melodía terminara, con los ojos cerrados llorando en silencio y las manos al pecho, como si quisiera cogerse el corazón.

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